El llanto: ahogarse y desahogarse

Foto (c) Maya Tobares

Foto (c) Maya Tobares

A la gente le asusta ver y sentir el llanto ajeno. Las expresiones cambian y son incontrolables cuando un ser con los ojos húmedos mira a los tuyos. Nos da miedo el agua salada que sale de su interior y no sabemos por qué. No comprendemos, queremos hacerlo pero nos desconcierta.

Yo pienso que llorar sana. A veces me lleno de agua, estoy medio ahogada y tengo que desahogarme. Y lloro. Y ya. Y me sirve para analizar mi ser, mi espíritu profundo que no quiere herir a nadie, ni herirse. Y así se cura poco a poco y día tras día. Y soy feliz de haber llorado.

Mis ojos permanecen rojos por un rato y luego su verde es mucho más brillante, más iluminado, más sano. Y se convierten en ojos felinos, con menos miedo y más salvajes.

Recuerdo un día cuando era adolescente. Ahora no sé por qué lloraba pero estaba echada en la arena de la playa de mi pueblo al lado de una amiga. Yo le contaba que estaba triste y me caían lágrimas de cocodrilo. Eso me estaba sirviendo: compartir desde el sentimiento, ser escuchada, ser respetada, darme un momento. Después, ella me pidió disculpas, me dijo que lo sentía y que en breves me daría su opinión al respecto, pero que primero quería fotografiar mis ojos, porque de tan verdes estaban hermosos. Me sacó una sonrisa y me tomó una foto.