La vecina Consuelo. Agosto 2020. Medellín.

En este país donde nos están matando, cualquier acción linda cotidiana da consuelo. Siento que la esperanza se mueve en el accionar diario y colectivo, que es lo que nos mantiene vivas y enérgicas. Y ayer, Consuelo, una mujer de aproximadamente 70 años, nos lo recordó.

Estábamos con el recién aparecido amor de mi vida sentados en la puerta de mi casa. Él no quería subir porque solo venía para saludar media horita y en mi casa existen protocolos de desinfección extrema, en los que hemos establecido que debemos ducharnos cada vez que llegamos. En esas, sonó el pito de su moto y yo bajé con calcetines blancos, un grano en la nariz y mis nuevas uñas rojo mermelada para compartir una Club dorada y brindar por ese momento que la pandemia nos permitía. En realidad, estábamos cometiendo un acto ilegal, porque este fin de semana, otra vez, en Medellín, hay cuarentena obligatoria para todas. Igual, a veces, se hacen excepciones por salud mental, por necesidades económicas o porque queremos mientras nos cuidamos, y ya.

Allí estábamos, como la segunda vez que nos vimos, como si fuéramos adolescentes de 15 años sentados en la puerta de la casa porque las mamás o papás no nos pueden ver. Tenemos 30 y 28 años, pero nos reímos también como esas jóvenes parejas soñadoras, esas que encuentran un consuelo en el amor. Y más en la semana de la juventud colombiana, en la que mataron a 17 niñxs y jóvenes en el país. Pero el amor es, quizás, lo único que mantiene la esperanza de muchas.

Nosotras no solamente tenemos esto, queremos agradecer por mucho más, ¡pero qué lindo que llegó! así como llegó doña Consuelo.

Como les decía, ella tiene unos 70 años y el pelo blanco. Los ojos le dibujan una sonrisa espectacularmente grande, la que tapa una mascarilla con una cenefa que no recuerdo bien, porque no podía parar de mirarle a los ojos y a los de mi compañero, por supuesto.

Y así, con su aparición sorpresa, la esperanza y consuelo cotidianos llegaron con un simple mensaje de afecto de esta amable señora. La reconocí como mi vecina, la que vive en la esquina de debajo de nuestra casa, o sea que seguro que vive más cerca aún del supuesto grupo de narcos que hace fiestas cada fin de semana (y feriados), y no nos deja dormir, pero al que seguramente nadie denuncia porque no pasará nada. Es difícil en este país, en el que ayer llamamos a emergencias para reportar la tercera fiesta del mes y aún estamos esperando a que nos respondan. Por lo que no me quiero imaginar la desesperación de llamar después de una violación o maltrato, escuchando solo la música de espera que durará horas.

Consuelo nos dio un respiro a nuestro desaliento de 16 de agosto de 2020. Nos dijo que somos bellísimas, que le recordamos a su sobrina que vive lejos, que hacemos muy buena pareja y que ojalá nos amemos por mucho tiempo. En ese momento, nosotras solamente podíamos asentir con cara de bobas y ojos húmedos. Según Consuelo, nuestros ojos brillan por el amor, al que hay que alimentar y cuidar, diciendo y haciendo cosas lindas de manera compartida.

Consuelo no podía parar de mirarnos y sonreírnos con los ojos. Qué se notaba que estamos enamoradas y que esto vale mucho la pena.

Consuelo nos dijo que hay que agradecer, que gracias por escucharla ese ratico y que nos vemos pronto.

Consuelo no sabe lo felices que nos hizo solo con esas palabras, que duraron unos 5 o 10 minutos, pero que cambiaron nuestro día de rumbo. Y seguro perduran muchos más en nuestras cabecitas y corazones.

Consuelo nos dio esperanza en el amor y nos recordó que, en la lucha de vivir, debemos cuidar-nos y agradecer-nos.

Gracias.