Hay días que no sé por qué hay sangre alrededor de mis uñas. La lamo para que no se escurra, para no mancharlo todo, pero en el momento que mi lengua deja a las heridas libres, las gotas rojas siguen queriendo tocar el aire intangible, quieren liberarse de mi interior, volar y sentir un aroma distinto, más frío, más iluminado.
En realidad fue mi decisión no premeditada que mis dedos fueran así, pero ahora que los veo intento tapar la realidad para no mancharme.
Entonces llegas y te toco. Me miras con esas pupilas profundas a través de las que puedo llegar donde sea dentro de tu cuerpo. En tu pecho y barriga se escurrió parte de mi interior, y ahora tu piel marrón oscuro y mi rojo conviven en un mismo espacio. Mi sangre te queda bien pero mi locura por no dejarla libre empieza a lamerte.
Hoy me miré las heridas y ya cicatrizaron. Creo que vuelvo a tener el control. Y no me gusta.