Es de noche, levantamos la mirada,
el cielo naranja nos cubre de ácido.
Para protegernos, pintamos farolas en las esquinas.
Pero los yonkis siguen allí, la inequidad sigue allí,
iluminada, contaminada. ¿Aire?
Nos abrazamos bajo esta nube artificial,
nos lamemos las heridas entre bocinas.
Hoy solo pido una noche estrellada,
pero estoy tumbada en la tierra y agarrando su mano,
escuchando sus latidos y gemidos. Lluvia.
Nos salva imaginar en este caos,
quiero dibujarnos después de la tormenta,
sin luz artificial.
Hipnótico tropico en el lienzo de tu espalda
donde trazo cielos limpios, no me atrapan.
En mi mente, “Ciudad mató a las estrellas”.