Me siento yo misma. Mis pies bajan Ayacucho destino centro. Los culos gigantes de botero rodean máscaras de animales. Papel doblado que grita a pulmón por un mundo menos sangriento y cruel. Unos pantalones alegres, a paso firme, comprometidos. Te miro de lejos y pienso que solo con eso soy feliz. Feliz de haberte conocido. Espero que tú también lo seas, al menos eso transmites un poquito cuando sonríes.
Mi vida vale la pena y no es complicada, aunque tenga que ser en este mundo que lucha por sobrevivir y no por vivir. Soy el privilegio y me doy cuenta y, aunque no me gusta, es así.
La tierra pide compasión y nosotros la intentamos amar a contracorriente. Quizás lo que estamos haciendo ahora no sirva para cambiar el mundo, pero sí que al menos sirve para reflexionar, para conversar, para hacernos sentir vivos. Cada palabra tuya me hace estar más contenta, me divierto conversando y, sobretodo, escuchando. El universo es tan generoso que hasta me encuentro con Carolina, la guía de camiseta roja que cada sábado en la mañana recorre el centro intentando romper estereotipos medellinenses con un poco de éxito. Gracias Carolina, gracias a tí mi Medallo empezó a cobrar sentido. Un sinsentido de alegría en esta ciudad tan desigual me da energía para querer congelar momentos. Creo que intento congelar dos movimientos sobrepuestos pero sobre-expuestos. Creo que la ISO estaba demasiado alta para que el día que vaya a rebelar salga algo concreto. Pero me da igual. Porque más importante que la meta es el camino, como me decía Núria.
Y me lo paso bien tocándote el pelo y la espalda, escuchando tus historias que para mí son nuevas. No sé cuántos ni cuántas habrán tenido el placer de conocerlas, ¡pero qué bueno que existieron! Y eso siempre trae un poco de adrenalina, la novedad. Y algunos besos. Y me gustan y quiero más pero es mejor no quedarse quieta. Movámonos, aunque aún no será en bici, mis miedos requieren paciencia y soy como una tortuguita que quiere avanzar pero mi ritmo necesita un poco más de autoestima. Sigo trabajando para mejorar. Y que bien que lo sé y que no me conformo. Evolucionar es genial.
Me encanta la luz que nos rodea, que cambia cada hora y nos ayuda a visualizar como pasa el tiempo. Eso no me da miedo. Me di cuenta que cada minuto es algo ganado. Así que me encantan las noches naranjas artificiales, que no negras, entre las montañas del Valle. Que sí, que prefiero la luz natural de las estrellas, pero la de la ciudad también tiene alguna magia bonita que me abraza. Bonita, bonita. Como mi cara y sonrisa al verte en Buenos Aires. Caminamos buscando limón verde, no como el que comemos en mi casa, que es amarillo. Es genial que el de aquí sea de este color porque así contrasta con el del jengibre.
Besos de jengibre. Espero que el té de limón y jengibre nunca me traiga lágrimas, porque me gusta demasiado desde que lo descubrí en ese café pequeño de Londres.
Soy feliz de compartir, aunque a veces tenga pensamientos distintos a los de las que me rodean. Y hoy estoy feliz de compartir con personas que entran a mi vida como tú, de manera original y sencilla, y que me impresionan. Aunque, como reconozco, me pueden intimidar un poco. Tanto arte, predisposición, energía y transparencia me dan mucho respeto. No me enseñaron a estar loca tan rápido y, aunque lo intento y me gusta serlo, a veces la normalidad puede conmigo. Me enseñé a protegerme de las personas por el miedo que traen experiencias, por eso es tan fascinante cuando ese miedo se desvanece. ¿De qué sirve el miedo? De nada. De nada.
Y nada… pienso y dejo de pensar, y siento y vivo y estoy viva. Estoy viva contigo y en ti. Dedos que acarician dedos. Manos que acarician personas enteras. Me haces sentir bien, creo que más que bien. Y un gracias y otro gracias. El placer físico no lo es todo, aunque me invada. Esta energía es lo que me hace feliz. Tu energía y tus ojos alargados me gustan. Y entre placer, palabras, abrazos y sonrisas, alguna lágrima. Creo que las entiendo aunque temo que te asusten. Quiero seguir trabajando en mi misma hasta el día que me muera. Y trabajar y abrazarme a veces supone esto. Qué le vamos a hacer, nadie es perfecto. Que aburrimiento, la perfección. Es mejor dormir con las sábanas hechas un caos, o hasta intentar dormir sin conseguirlo mucho pero con los ojos cerrados sentir el olor a otra piel. Eso es y nada más. Quizás la felicidad cristalina es fugaz, existen cambios todo el tiempo, no sé hasta cuando es bueno que algo puro permanezca. Se irá viendo y viviendo libremente. Ahora hay que despertar. Nueces, avena, más historias, gracias y, ojalá, hasta pronto.
Hasta pronto.
Medellín, Noviembre 2018